Comencemos por decir que el poder es un asunto que inevitablemente nos incumbe a las mujeres y, por supuesto, a las feministas. En un país como Colombia, en el que las mujeres somos la mayoría poblacional con un 52 %, es bastante preocupante que ocupemos sólo el 20 % de los lugares en los cuerpos colegiados y alrededor del 3 % en gobernaciones y alcaldías. Es preocupante porque esto quiere decir que las decisiones se toman sin nosotras. Estas decisiones tienen impactos en todos los niveles, como en el económico donde observamos cómo en la actualidad, gracias al nulo reconocimiento que tiene el sector del cuidado en el PIB, que sólo el 12% de las colombianas acceden a una pensión. ¿Cómo podríamos imaginar otros lugares para las mujeres, la sociedad y el futuro en general si no estamos donde se construyen esas decisiones?
Estas cifras no representan igualdad ni democracia, estamos listas para darles la vuelta. Nos juntamos como mujeres, no sólo para hacerle frente a este problema político y social, sino para saltar los obstáculos que ha impuesto la política tradicional y sus prácticas en las que no hay garantías para nuestra participación, ni desarrollo de métodos políticos que prioricen nuestra seguridad o donde se apoyen nuestras candidaturas en todos los niveles. Y, en la mayoría de los casos, esos partidos no representan nuestras necesidades e ideas de transformación.
La organización social y política de las mujeres y las feministas en la sociedad es la respuesta a unas estructuras de poder muy antiguas, organizadas desde hace siglos, que han concentrado el poder a favor de sus intereses y en contra de nuestros derechos y libertades. Por eso estamos listas para organizarnos mejor que ellos -poniendo la confianza y el cuidado de la vida en el centro- buscando siempre transformar el estado de cosas en favor de nuestros derechos. Ese es nuestro mandato.
Como mujeres que conformamos las mayorías sociales, sabemos que varias poblaciones se identifican con nuestro mandato. Son muy pocos los que gobiernan. Lo hacen en nombre de todas las personas, pero nuestra situación no suele mejorar y sus bolsillos siguen llenos. Al mismo tiempo el Estado se ve disminuido, lo público diezmado, las guerras se perpetúan y las políticas viejas avanzan. Bajo este panorama, la opción que se configura para la mayoría social es la de la organización y la movilización política. Entonces, vemos cómo el poder también le incumbe a las disidencias sexuales y de género, y a todas aquellas poblaciones que han sido históricamente excluidas del poder político: los pueblos afro e indígenas, el campesinado, los trabajadores y trabajadoras.
Así las cosas, Estamos Listas para ocupar espacios que no sólo nos han sido negados, sino que tenemos derecho a ocupar porque sabemos lo que queremos hacer en estos roles:
Defender la vida, y todo lo que late y pervive.
Luchar por nuestra seguridad, dignidad e integridad como mujeres y mujeres trans.
Trabajar por la paz y construir futuros dignos.
Pensar políticas redistributivas que combatan la desigualdad y la miseria, cuidando el tiempo y la vida de quienes trabajamos y de la naturaleza.
Cuidar y fortalecer lo público y sus recursos.
Avanzar en justicia social con la garantía de derechos y libertades para las poblaciones que, con nosotras, conformamos la gran mayoría de la sociedad.
Caminar hacia la igualdad, la justicia y la democracia.
Nos interesa ocupar el poder para transformar, para ello no sólo nos guían ideas de cambio, necesarias para avanzar en derechos, sino que nos guía un anhelo de libertad y emancipación. Nuestra apuesta por la transformación tiene que ver con la creación de un método basado en la confianza, la colectividad y la democracia. Nos escogemos, autorizamos y acompañamos, mientras hacemos política para toda la sociedad. La confianza se torna sumamente revolucionaria cuando es el motor sobre el que recae la nuestra política, convirtiéndonos en un movimiento autónomo, independiente, que no debe favores y que construye de forma colectiva.
Entonces, ¿por qué Estamos Listas para ocupar el poder?
Porque lo queremos ejercer de manera colectiva y en favor de las mayorías.
Porque lo merecemos. Tenemos el conocimiento, la inteligencia, la experticia y las emociones para reconocer y construir lo que necesitamos.
Porque lo necesitamos para que Colombia sea un país digno y feliz.
Porque es lo justo los lugares de decisión son ocupados por los mismos de siempre, que sólo nos han empobrecido y excluido.
Porque construimos democracia. Somos diversas y plurales, como también lo son nuestras necesidades y propuestas.
Porque soñamos un país en el que valga la alegría vivir.
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